domingo, 31 de enero de 2016

A solas, oscura.

Si piensas que lo tuyo conmigo es locura,
no te has fijado lo suficiente.
No me has visto a oscuras y sola, a solas y oscura.
No has contado las veces que muerdo mi labio.
Ni las veces que me respiro buscando tu rastro.

Si piensas que lo tuyo es insensato,
qué es lo mío cuando dejo que vuelvas
y otra vez desmontes, beso a beso, este simulacro.

Si crees que esto es enfermizo,
qué soy yo cuando recreo cada escenario
con los ojos como piel y mi razón, pobre de ella, delirando.
Si tú eres raro,
qué pasa conmigo si todavía creo que lo mejor de los domingos
es la olor de tu miel en mis manos.

jueves, 7 de enero de 2016

Naúfrago

Érase una vez un hombre, érase una vez una mirada de sonrisa permanente, limpia, brillante y libre.
Él era feliz, vagaba por el mar, por la vida. Huía de los puertos, temía amarrarse de nuevo.

Un día, más por casualidad que por equivocación, llegó a orillas de su mundo, el de ella. O, más bien, esas orillas llegaron a él.

Tan ansioso como asustado, dejó su barca a un lado y comenzó a caminar de una manera nueva; en aquel lugar todo era diferente, nunca había pisado una tierra así. No necesitó aclimatarse, ella le hacía el boca a boca desde el alba hasta el ocaso. En ese mundo, todo estaba más vivo, todo era más real, quiso despojarse enseguida de sus harapos, de su pasado, andando desnudo y descalzo.

Aprendió a alimentar a sus animales, los mansos primero. Después, y con más frecuencia, a los fieros. Ella, era esa mezcla perfecta entre lo salvaje, lo indómito y lo racional, lo dócil.
Descubrió sus montañas, sus cumbres, sus llanuras y se perdía a cosa hecha en sus cuevas.
Ella lo llevaba de cima en cima, mostrándole el paraíso que había forjado de la nada.
Lo que él no supo nunca, es que ella sólo fue consciente de aquella riqueza cuando él naufragó en su vida. No antes.

Él le enseñó a prender fuego con solo dos manos y el corazón como piedra.
Comparaban sus colores, pasaban noches poniendo nombre a sus olores, lo suyo fue componer melodías solo a base de sensaciones. Podían pasarse horas estudiándose los ojos, recreándose en las palmas de sus manos. Ambos estaban cambiando la vida del otro. Una, aportaba el calor y el entusiasmo de la luz. Uno, la frescura y la versatilidad del agua.

Él pronto supo que aquello no fue un naufragio, aquello fue un amago de utopía.

Amago, porque lo abandonó. Cuando ya le había descubierto, cuando ya no era una extraño, cuando sus latidos se habían sincronizado, cuando los cuerpos se habían mimetizado.

El náufrago volvió al mar, a la vida real. Esa que tan feliz le hizo una vez, pero ya nunca sería igual. Él había conocido otro mundo, otra felicidad, él estaba decidido a volver a amarrar.
Ella solo disfrutó compartiendo su mundo, viendo su sonrisa, pero nunca quiso que él se quedase para siempre, aunque sí admitía visitas.
Él reparó su barca, su alma, y siguió más que nunca a la deriva, con una energía diferente, con una atracción hiriente que de vez en cuando le arrastraba de nuevo hacia aquellas orillas. O, eran las orillas que iban a él, nunca estuvo claro.

Llegó un momento en el que no se sentía del mar, ni de la tierra a la que perteneció, ni tampoco al mundo de ella.  Estaba perdido de verdad, se limitaba a dejarse navegar. Se negó a borrar su sonrisa, no cesó de soñar. Dibujaba en el agua espirales de esperanza y, de vez en cuando, en algún puerto paraba a recordarse que a él lo sabían amar, y mejor que ella lo hizo. Pero nunca encontró un amor igual, porque no lo había.

Aquel hombre de sonrisa brillante, de alma especial, bendecía y maldecía a partes iguales la suerte y la desgracia que lo llevaron a naufragar a orillas de un alma que lo supo encantar, pero que lo dejó a la deriva en cuanto se cansó de jugar.

Lo que sucedió en medio del mar, en su trocito de tierra, en un momento de sus vidas, no fue más que un baile de dos almas que se veían reflejadas, solo fueron un par de miradas con ecos sin respuestas.

Solo fue eso, solo eran las almas las implicadas, solo eran las miradas las que hablaban...
¿cómo no iba a ser capaz de volverse a enamorar?