miércoles, 6 de mayo de 2015

No creo en los lobos

No creo en el no-amor de una noche.
Creo en lo intenso si es real,
a carne viva que no superficial.
Creo en lo profundo que tiende a arraigar,
pero no en lo pasajero y fácil de olvidar.

Creo en las miradas que se entienden sin palabras,
y no en los ojos furtivos ciegos y mudos por sus presas.

Creo en las manos que se buscan, se miran y entrelazan.
Y no en esas caricias que rozan sin querer tocar.
Ni en esos dedos que se alejan sin hacer mella
en otra nueva tierra a conquistar.

Creo en el pelo que se enreda
intentando seguir el juego de unos besos
que, de osados y atrevidos, queman.
Creo en los labios que despiertan,
en esos que inventan nuevas maneras
de saborear la vida que complementan.

No creo en los falsos amores,
ni en los cuerpos que se buscan solo por ser cuerpos.

Llámame romántica, acúsame de tradicional.
Piensa, si quieres, que de la vida no sé disfrutar.

Pero es así como encuentro sentido al sentir,
solo así entiendo que el amor no es un estúpido cuento.
Una historia más de apenas dos páginas:
El prometedor comienzo
Y el previsible y aburrido final,
donde finges que amas,
donde crees que sientes,
donde se visitan con prisas las camas.
Ese que lees y luego te arrepientes,
ese que se repite en las fábulas
de los no-amores intermitentes.

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