martes, 9 de junio de 2015

A corazón abierto

Había que intervenir.
Así, aunque estuviera abierto el corazón.
Había que sanar esa herida.
Reparar los desperfectos que causó
el autoengaño primero y, después, el desamor.

Pensó que maquillar sonrisas
y difuminar lágrimas,
sería la mejor solución;
que con carmín, rimel y vestido nuevo
estaría listo para continuar la función.

Pero no, no fue así.
Había secuelas, malformaciones,
callosidades y efectos secundarios
bajo el telón.

Había que hacerlo sin anestesia,
no se podía dejar de sentir.
Para sanarlo fue necesario
hacerlo dudar, enloquecer, dejarlo sufrir.
Eso sí, con música de fondo y con bailes para redimir;
suavizando las incisiones que marcarían su porvenir.

Entró a quirófano ansioso, eufórico y exhausto.
Después de la explosión, sabía que su forma había cambiado.
Era consciente de la huella que dejaron aquellos años.
Pero se creyó valiente y aceptó ser desafiado.

Se preveía un largo postoperatorio, pero no.
Casi fue instantáneo.
Empezó a crecer, intuía todo el sentir que se le venía encima.
Se conocía, no era de medias tintas
y desde entonces como nunca brillaría.

Pero también supo que cualquier camino que tomase sería nuevo.
Y eso, excita, pero también asusta.
Y decidió que no volvería a ser cobarde,
que buscaría la aventura y llevaría el "sí" por estandarte.

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