¿Qué es lo que duele en una despedida?
¿Qué daña más, un hasta luego o la definitiva?
¿Quién sufre más, el que adiós dice o al que le llega de oída?
Nunca gustan las despedidas,
cuestan, se evitan, se alargan.
Nunca gusta que adiós nos digan o peor,
la incertidumbre de un hasta pronto,
de una cobarde retahíla.
Pero sabemos que, aunque duelan rabiosamente,
son necesarias.
Son el punto y final, el aparte y el seguido.
Nos dibujan otro destino.
Dan la oportunidad de reafirmarte,
de reinventarte y de ser
tu "más yo" sin ningún tipo de estimulante.
Así que sufre, rabia, duela por una despedida,
no es una pena definitiva.
Pasa, mejora, limpia y reaviva.
Aprovecha la inquietud,
saca partido a tus dudas,
sé, tu mismo, la propia despedida.
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