domingo, 29 de marzo de 2015

Involuntario estado mental

Sin voluntad, nos atraemos.
Sin quererlo, nos deseamos.
Dichosa limerencia
que nos lleva de la sin razón
a la inconsciencia.

Es la mente y no el corazón la que,
en ese estado,
se agarra al romanticismo,
estés o no preparado.

No escucha los consejos
del corazón ya experimentado.
Bombardea con pensamientos
para que dejes todo a un lado.

Se suponía al corazón
como el artífice de la pasión.
Pero es la mente quien se encarga,
es el no-razonamiento el involuntario ladrón.
Roba minutos y roba sensatez,
invita a la locura y, por momentos,
 a la inmadurez.

Curioso que,
cuando la limerencia se desvanece,
la añoramos, la intentamos reanimar.
Queremos que aliñe la rutina,
que vuelva cada despertar.

Si el amor perfecto existe
será porque la mantiene,
sin tanta vesanía y desvarío,
pero siempre latente.

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